martes, 20 de julio de 2010

783 Aniversario de la Aparición.

Aún cuando resuenan en nuestra inmediata memoria, todas las vivencias que en su día tuvimos a bien vivir en las postrimerías del mes señero de Abril, con la más grande de las Romerías que tienen a bien celebrarse para mayor gloria de las Andalucías, llega en silencio y bajo la paz reinante en la Sierra morena de Andújar, una noche mágica en donde una vez más, renovaremos con alegría desmedida y gozo entusiasta, el voto de amor que en su día el afortunado Juan Alonso de Rivas, Pastor de Colomera, tributase a la Reina de los Cielos, a la mismísima Madre de Dios y Madre Nuestra, María Santísima, la cual eligió llamarse por éstos contornos……de la Cabeza.

Y serán banderas y estandartes, a cada cual más bello y estético, los que suban en santa peregrinación hasta la Cumbre Santa a postrarse de hinojos ante tal celestial Señora. Andújar recibirá a las puertas de su Santuario, a todas y cada una de sus hijas, aquéllas que bien saben llevar a gala, la pureza de una estirpe cofradiera, que vuelve a resurgir en la canícula agosteña, para rendir pleitesía a la que en su momento escogió entre un ramillete de oraciones y promesas, a aquéllos que en ésta noche la honramos desde la más humilde sencillez.

Peregrinos, devotos, curiosos y demás personas se entremezclarán en torno a la explanada y calzadas del Santuario, Basílica de nuestros amores, para que la Rosa de Oro de España asome sobre los hombros de sus hijos privilegiados, y salude a sus gentes, a su pueblo, pueblo amante que vendrá desde puntos insospechados, como buen rebaño, al encuentro de su celestial Pastora.

Brazos fuertes de fiscales de su hermandad Matriz la entronizarán en su templete de plata, el cual brillará más augusto y jalonado de realeza, cuando la lluvia de estrellas que el cielo tributará a la Virgen Morena, se haga presente y distraiga nuestras miradas inquietas al son mismo de los destellos que difuminaran un TE QUIERO en las oscuridades de nuestras almas.

Bajarás rauda por tu calzada mientras unos y otros se pugnaran por llevarte tan siquiera un momento, las hermandades “romperán” como ya dice la Salve andujareña por antonomasia del maestro Pedro José López, el aire por TI SEÑORA, a través de sus perpetuas banderas al viento, los estandartes brillarán con el oro y la plata más que nunca, más que el mismo sol, y serán más de sesenta las que precedan el trono y altar de la Señora, a sus pies, el azul mismo del cielo, recordando a ese Abril florido el cual se transformará en cerrada noche, para acoger bajo un manto de luceros a ese chocolatín divino, que tantas y tantas horas de nuestras vidas ocupa.

Recordad siempre que el prodigio sucede en Agosto, un once en la noche, María desciende desde su tabernáculo sobre brazos de ángeles personificados, cuatro ángeles que representan la fe de un pueblo, la custodia, la más añeja de las tradiciones, y para mí lo más importante de todo, con el cuarto, a su hermandad del alma, la que vive por y entorno a Ella, la que levantó en su día el primitivo edificio, la que lo custodio con la elegancia más distinguida hasta 1930, la que murió junto a sus hijas, en tiempos de Carlos III para volver a renacer de sus cenizas una y otra vez, hasta hoy, por los siglos de los siglos, MATRIZ de Virgen, de Andújar y de todas y cada una de sus bienaventuradas hermandades filiales.

La Virgen reinará de nuevo en ésta noche, su esplendor será la luz de un faro que alumbre un mar de encinares por toda la sierra, hasta perderse por las campiñas jienenses y las lomas labradas por laboriosos hombres, donde reposaran felices centenarios olivares.

La luz de los pueblos en la lejanía, serán luciérnagas que testigos del milagro y de la fe, se sentirán depositarias de un mismo sentir, cantares a María, promesas a una Reina, oraciones que tan sólo Ella sabrá y escuchará, cuando ya en la paz de la madrugada y a la vuelta de su celestial paseo nocturno, atienda con el divino morenito en su regazo, acunado y descansando, todas y cada una de las peticiones, mientras su Madre ofrecerá el fruto señero de ésta sierra a todos sus hijos, licor de paz, aroma de abril en una noche de agosto, sentir para vivir, rememorando caminos de ensueño, estrechos y hermosos como regalo mismo del cielo.

Vivámoslo con devoción, sencillez y entusiasmo verdadero.

Atentamente: PABLO MONDÉJAR.

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